La presencia del Santo Padre, en primera persona

Miércoles, Septiembre 30, 2015

El Decano de la FCEyT, Ing Héctor Rubén Paz, pudo hacer entrega al Papa Francisco este miércoles 30 en el Vaticano, de la Distinción otorgada por esta Facultad, además de un presente. Luego de tan extraordinaria experiencia, el Decano la comparte con todos nosotros, de la siguiente manera:

Quiero relatar la experiencia vivida en oportunidad de hacer entrega de la Distinción Especial "María Antonia de Paz y Figueroa - Mama Antula", otorgada por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad a Su Santidad, el Papa Francisco, en la Audiencia Pública del 30 de Septiembre de 2015, en la Plaza San Pedro del Vaticano.

A 24 horas de este acontecimiento, perdura en mi mente y mi corazón las imágenes y emociones vividas ante tan significativo encuentro.

El día se inicia a las 7 de la mañana en uno de los puntos de acceso al Vaticano, en la Puerta de Santa Ana.

Allí fuimos recibidos por el asistente de protocolo y ceremonial del Vaticano, Monseñor Guillermo Karcher quien nos saludó, nos nombró a cada una de las aproximadamente doscientas personas que estábamos allí. Nos instruyó sobre el procedimiento a seguir en la Audiencia, nos explicó los distintos momentos y pasos a tener en cuenta. Nos dijo que entre los presentes había quienes venían con intenciones de dar gracias, otras a realizar peticiones especiales, otros ofrecer obsequios o Distinciones como en el caso de la Facultad. Nos dijo que Su Santidad al finalizar la Audiencia pasaría a saludarnos y en ese momento podríamos entregar lo que tuviéramos preparado.

Luego, Monseñor Karcher nos guió por dependencias en el interior del Vaticano, hasta salir a través de la Basílica a la Plaza San Pedro para ocupar cada uno nuestros asientos en un palco contiguo al estrado de donde Su Santidad el Papa Francisco, presidiría la Audiencia Pública acompañado por otros Obispos y Cardenales.

Una vez que Su Santidad ingresó en su papamóvil por la Plaza San Pedro, colmada de miles y miles de fieles saludando en su recorrido a todas las delegaciones que se encontraban presentes, tomó posesión de su lugar.

La Audiencia Pública se desarrolló en distintos idiomas. Se leyó versículos del Evangelio de San Juan en los que Jesús enseñaba a sus discípulos que deben amarse los unos a los otros como Él los amó, y en eso serían reconocidos.

 

A continuación, Su Santidad leyó su mensaje referido a su visita a Cuba y Estados Unidos de América, centrándose fundamentalmente en el Encuentro Mundial de la Familia, realizado en Filadelfia (EEUU).

Una vez concluida la Audiencia Pública, Su Santidad pasó a saludar a cada uno de nosotros. Quedé impresionado por la bonhomía, empatía, humildad y sobre todas las cosas, la caridad con que saludaba y hablaba con cada una de las personas, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo.

Al momento de llegar el Papa hasta el lugar en que me encontraba, todas las palabras que tenía preparadas para decirle, desaparecieron de mi mente y de manera espontánea comencé a expresarle los motivos por los que me encontraba allí; a hablarle sobre la UNSE, sobre la Facultad y sobre la Distinción, mientras al mismo tiempo le mostraba la Carpeta con la Resolución y la hermosa artesanía de cuero grabada. Él se sonrió, agradeció, le dije que traía muchos pedidos de bendiciones de todos los que sabían que vendría a la Audiencia y me dijo que Dios siempre nos está bendiciendo. Me extendió la mano, dando un apretón fuerte y prolongado a la mía. En ese momento, uno siente abstraerse del resto de las personas. Luego pasó y así siguió, con cada uno los que estábamos allí.

Quiero por último resaltar un hecho que me conmovió profundamente.

Un señor mayor estaba sentado junto a mí durante la Audiencia. Sujetaba fuertemente con sus manos una carpeta y unos sobres grandes y un rosario. Escuchaba que hablaba con otras personas que se trataban de estudios médicos. Luego iniciamos una conversación y me dijo que eran los estudios y análisis de un joven conocido que padecía una grave enfermedad, que estaba sufriendo mucho y que los médicos le habían dicho que no valía la pena operarlo. Me dijo que sólo quería que el Papa pueda tocar con sus manos estos estudios. En ese momento el hombre se emocionó y se quedó callado. Yo percibí en ese hombre un gran testimonio de Fe en Dios, tal que estaba totalmente convencido que con solo tocar el Papa, los sobres y carpetas, el joven enfermo sanaría, se aliviarían sus dolencias y dejaría de sufrir.

Este día pasado en el Vaticano, quedará grabado para siempre en mí.”